jueves, 23 de agosto de 2012

Just choose her.

“If you find a girl who reads, keep her close. When you find her up at 2 AM clutching a book to her chest and weeping, make her a cup of tea and hold her. You may lose her for a couple of hours but she will always come back to you. She’ll talk as if the characters in the book are real, because for a while, they always are. Date a girl who reads because you deserve it. You deserve a girl who can give you the most colorful life imaginable. If you can only give her monotony, and stale hours and half-baked proposals, then you’re better off alone. If you want the world and the worlds beyond it, date a girl who reads.” -ROBERT PATTINSON.



martes, 6 de diciembre de 2011

La Comarca Élfica (V)

Llegamos a la puerta del Palacio Real. Era una réplica exacta de un castillo de la Edad Media humana. Los jardines estaban llenos de flores que nunca antes había visto, eran realmente bonitas. La princesa me dejó paso, y nada más cruzar el umbral me quedé anonadada. Era el palacio más bonito que jamás había visto (y eso que yo he viajado mucho). No se podía describir con palabras, era perfecto, mucho más lujoso y original que los del mundo humano. Al final del inmenso pasillo de entrada, descansando sobre la pared, había dos tronos enormes y dorados en los que estaban sentadas dos personas con un aspecto regio e imponente.
-Hija mía, ¿qué hace aquí un ser humano? ¿te has vuelto loca? -Preguntó un precioso elfo de edad avanzada, con una melena rubia como la cerveza y una bonita corona en su cabeza que se parecía bastante a la princesa Arya.
-Padre, esta humana no nos va a hacer daño, está aquí porque ha invocado a Fénix, cosa que ningún humano ha conseguido desde hace bastante tiempo...
-¿Cómo te llamas, pequeña humana? -Me preguntó la otra persona. Era una elfa, también de edad avanzada, aunque más jóven que el hombre. Era menuda para ser de esta raza, pero seguía teniendo ese semblante imponente, pero a la vez acogedor. Tenía una voz melodiosa que se escapaba por unos labios sencillos y perfectos, pintados con color avellana.
-Me llamo Liz, señora. Vengo de la ciudad de Mónaco, un pequeño territorio a las orillas del Mediterráneo -Dije, con las mismas palabras que tuve que aprenderme en el colegio para describir "nuestra querida patria", aunque suprimiendo cosas insignificantes como "la incomparable ciudad de Mónaco" o "un pequeño, pero poderoso territorio". No esque estuviera en desacuerdo con estos términos, pero sería una ofensa describir así el sitio del que vengo estando en un lugar tan maravilloso como este. Esto si que es incomparable a cualquier otra cosa.
-Bien. Has invocado a Fénix, lo que da a entender que no eres una persona vulgar ni común. Humana, tienes grandes cualidades mentales, si te quedas aquí, en La Comarca, un tiempo, aprenderás a desarrollarlas. Estoy seguro de que no nos causarás daño. -Dijo el elfo.- Y ahora, me presento. Yo soy el rey Solvit, monarca de La Comarca, esposo de la reina y padre del príncipe y la princesa. -Se presentó el rey, dándome la mano, fina y perfecta.
-Yo, soy la reina Yadhira, esposa del rey Solvit y madre de los legítimos reyes. -Dijo la reina, con una gran sonrisa, acércándose a mí y dándome un beso inesperado en la mejilla.
-¿Se puede saber dónde está el idiota de Marcol? -Preguntó la princesa Arya.
-No llames así a tu hermano, Arya. Debe de estar de camino de la villa, había ido a hacer unas compras por su cuenta. 
De repente, una de las puertas de la parte izquierda del castillo se abrió de golpe, e irrumpió en la habitación. Era él.

Historia escrita por: Macarena y Rosa

viernes, 27 de mayo de 2011

Coleccionista de piedrecitas (VI)

Dos bolsas de ropa cuelgan de sus manos. Una mochila en su espalda y una pequeña maleta a su izquierda. Peter está sentado en la acera de la calle esperando a su tío, que está sacando del garaje el coche que en unos minutos emprenderá camino a la ciudad del chico. Sí, Peter se marcha a su casa de verdad y deja Boston hasta dentro de un año. O quizás hasta más de eso. A su lado, está sentada Rachel, que todavía no se cree que ya él no vaya a estar con ella más. Pasará las tardes sola, aburrida y nostálgica, y con la duda de si el año que viene él volverá, porque todavía no está claro, y de todas formas Rachel tampoco sabe si el año que viene ella irá en verano a Boston. Regresa a Portland en dos semanas. Dos semanas que las pasará sola, en ella mágica playa donde conoció a Peter. Y los dos, sentados en el alfalto caliente, dialogaron.
-Me gustaría irme el mismo día que tú, pero aún así viviríamos este momento. - dijo Peter con un tono bastante triste.
-Pero no me quedaría dos semanas más aquí sola. Estaría contigo hasta el final.
-Eso es verdad... bueno, al menos nos queda Facebook...
-¡Y Messenger! Que por cierto, ahora que lo pienso... nunca hemos chateado.
-Es normal, desde el día que nos conocimos hasta ahora hemos estado siempre juntos. No ha hecho falta.
-Eso es lo peor. Ahora sólo nos comunicaremos por ahí, y estaremos a miles kilómetros de distancia.
-Pero podríamos quedar algún día, ¿no? - Sonríe el chico.
-No es por aguar el momento, pero un billete de tren o avión desde San Diego hasta Portland cuesta mucho dinero...
-¿Y quién ha dicho que yo vaya a coger algún vehículo? Iría andando. Por tí, no me importa estar andando cerca de un mes y durmiendo en hoteles de carretera.
-Peter, yo... - y estas son las últimas palabras que dice Rachel. El tío de Peter acaba de sacar el coche y no para de pitar con el claxon para que el chico se monte. Este obedece. Se acerca a la puerta trasera del coche (no le apetece ir delante, su tío está de mal humor) y justo antes de abrirla. Se detiene. Da media vuelta y su cara y la de Rachel están muy cerca, demasiado. Ella lo mira, y él también. Peter pose su mano derecha en la parte trasera de la cabeza de la chica, y la acerca. Se besan, mientras a él se le cae una lágrima. Dos. Tres. Cuatro. Muchas seguidas. No quiere irse. Quiere aprovechar este momento, porque la va a hechar musísimo de menos. Peter gime, y luego grita, abrazando a Rachel con fuerza, como si no quisiera que se la quitasen. Ella llora en silencio, y lo abraza también muy fuerte. Los dos se funden en uno entre gritos, lágrimas y caricias. Y entre los pitidos que emite el claxon del coche del tío de Peter. Un momento muy bonito que dura poco más de dos minutos. El tío de Peter baja del coche y se pone justo al lado de la pareja, mirándolos con ojos brillantes. Peter odia que haga eso, y menos que lo vea llorando. Lo mira con odio y, da el último abrazo a Rachel. Su tío se mete en el coche, mete las cosas del chico en el maletero, pero una maleta pequeña se la da a su sobrino en la mano. Peter se mete en la parte trasera del coche, y cierra la puerta. Rachel se asoma a la ventana, y coloca las manos sobre el cristal. Peter pone sus manos justo donde ella ha puesto las suyas. Y ella coloca los labios, y él hace lo mismo. Se separan, y Peter lee los labios de la chica. Ella ha dicho, lentamente, "Hasta siempre, Peter". El coche arranca, y el chico no deja de mirar por la ventanilla. Baja el cristal y grita, muy fuerte, lo mucho que quiere a Rachel. Ella no dejará escapar ese momento. Empieza a correr muy rápido, detrás del coche. Él grita por la ventanilla que la quiere. Ella corre y hace lo mismo que él. El coche llegó a la carretera. Rachel no puede ir hasta allí. Los dos se miran por última vez, y cierran la ventanilla. El vehículo emprende su camino y Rachel lo observa como se aleja. Peter no quiere mirar hacia atrás, no lo soportaría. ¿Porqué existe la distancia? ¡Es una mierda! ¡Todo es una mierda! ¡La distancia hace el olvido, y él no la quiere olvidar! Recuerda que su tío le ha dado la maleta pequeña. La abre. Y las ve. Ahí están. Todas las piedrecitas coleccionadas junto a Rachel. Todos esos días de Junio, Julio y Agosto, guardados en forma de recuerdos en esas piedrecitas. Cada una contiene uno, y Peter se acuerda de todos los que ha vivido con Rachel. Del día que ella se acercó y le preguntó el qué hacía con esas piedras, del primer beso en la orilla del mar, de esas fotos haciendo el tonto que se hacían en la playa, de esas asignaturas suspensas que gracias a la ayuda de Peter, Rachel aprobará, de esas tardes pintando piedrecitas de mil colores, de Rachel... esas piedrecitas están llenas de recuerdos en los que la chica es la protagonista. Y, con el corazón roto, Peter dentro del coche se dirige a su ciudad a empezar un nuevo curso. Rachel caminando hacia la playa donde se conocieron con una nostalgia inimaginable. Todo le recuerda a él; la arena, las olas, el mar, el ruido de las gaviotas, las piedrecitas... sobre todo las piedrecitas. Y llena de tristeza, empieza a caminar recordando esos días mágicos ya pasados en los que estuvieron juntos. Y hecha de menos esos días, no os imagináis cuando. No quiere llorar, se lo prometió a Peter, pero no puede aguantar más. Se le nubla la vista y rompe en lágrimas, con la esperanza de que algún día vuelvan a encontrarse, y ojalá que él lleve sus piedrecitas y que las siga coleccionando.

                                          Historia escrita y finalizada por: Macarena.