viernes, 27 de mayo de 2011

Coleccionista de piedrecitas (VI)

Dos bolsas de ropa cuelgan de sus manos. Una mochila en su espalda y una pequeña maleta a su izquierda. Peter está sentado en la acera de la calle esperando a su tío, que está sacando del garaje el coche que en unos minutos emprenderá camino a la ciudad del chico. Sí, Peter se marcha a su casa de verdad y deja Boston hasta dentro de un año. O quizás hasta más de eso. A su lado, está sentada Rachel, que todavía no se cree que ya él no vaya a estar con ella más. Pasará las tardes sola, aburrida y nostálgica, y con la duda de si el año que viene él volverá, porque todavía no está claro, y de todas formas Rachel tampoco sabe si el año que viene ella irá en verano a Boston. Regresa a Portland en dos semanas. Dos semanas que las pasará sola, en ella mágica playa donde conoció a Peter. Y los dos, sentados en el alfalto caliente, dialogaron.
-Me gustaría irme el mismo día que tú, pero aún así viviríamos este momento. - dijo Peter con un tono bastante triste.
-Pero no me quedaría dos semanas más aquí sola. Estaría contigo hasta el final.
-Eso es verdad... bueno, al menos nos queda Facebook...
-¡Y Messenger! Que por cierto, ahora que lo pienso... nunca hemos chateado.
-Es normal, desde el día que nos conocimos hasta ahora hemos estado siempre juntos. No ha hecho falta.
-Eso es lo peor. Ahora sólo nos comunicaremos por ahí, y estaremos a miles kilómetros de distancia.
-Pero podríamos quedar algún día, ¿no? - Sonríe el chico.
-No es por aguar el momento, pero un billete de tren o avión desde San Diego hasta Portland cuesta mucho dinero...
-¿Y quién ha dicho que yo vaya a coger algún vehículo? Iría andando. Por tí, no me importa estar andando cerca de un mes y durmiendo en hoteles de carretera.
-Peter, yo... - y estas son las últimas palabras que dice Rachel. El tío de Peter acaba de sacar el coche y no para de pitar con el claxon para que el chico se monte. Este obedece. Se acerca a la puerta trasera del coche (no le apetece ir delante, su tío está de mal humor) y justo antes de abrirla. Se detiene. Da media vuelta y su cara y la de Rachel están muy cerca, demasiado. Ella lo mira, y él también. Peter pose su mano derecha en la parte trasera de la cabeza de la chica, y la acerca. Se besan, mientras a él se le cae una lágrima. Dos. Tres. Cuatro. Muchas seguidas. No quiere irse. Quiere aprovechar este momento, porque la va a hechar musísimo de menos. Peter gime, y luego grita, abrazando a Rachel con fuerza, como si no quisiera que se la quitasen. Ella llora en silencio, y lo abraza también muy fuerte. Los dos se funden en uno entre gritos, lágrimas y caricias. Y entre los pitidos que emite el claxon del coche del tío de Peter. Un momento muy bonito que dura poco más de dos minutos. El tío de Peter baja del coche y se pone justo al lado de la pareja, mirándolos con ojos brillantes. Peter odia que haga eso, y menos que lo vea llorando. Lo mira con odio y, da el último abrazo a Rachel. Su tío se mete en el coche, mete las cosas del chico en el maletero, pero una maleta pequeña se la da a su sobrino en la mano. Peter se mete en la parte trasera del coche, y cierra la puerta. Rachel se asoma a la ventana, y coloca las manos sobre el cristal. Peter pone sus manos justo donde ella ha puesto las suyas. Y ella coloca los labios, y él hace lo mismo. Se separan, y Peter lee los labios de la chica. Ella ha dicho, lentamente, "Hasta siempre, Peter". El coche arranca, y el chico no deja de mirar por la ventanilla. Baja el cristal y grita, muy fuerte, lo mucho que quiere a Rachel. Ella no dejará escapar ese momento. Empieza a correr muy rápido, detrás del coche. Él grita por la ventanilla que la quiere. Ella corre y hace lo mismo que él. El coche llegó a la carretera. Rachel no puede ir hasta allí. Los dos se miran por última vez, y cierran la ventanilla. El vehículo emprende su camino y Rachel lo observa como se aleja. Peter no quiere mirar hacia atrás, no lo soportaría. ¿Porqué existe la distancia? ¡Es una mierda! ¡Todo es una mierda! ¡La distancia hace el olvido, y él no la quiere olvidar! Recuerda que su tío le ha dado la maleta pequeña. La abre. Y las ve. Ahí están. Todas las piedrecitas coleccionadas junto a Rachel. Todos esos días de Junio, Julio y Agosto, guardados en forma de recuerdos en esas piedrecitas. Cada una contiene uno, y Peter se acuerda de todos los que ha vivido con Rachel. Del día que ella se acercó y le preguntó el qué hacía con esas piedras, del primer beso en la orilla del mar, de esas fotos haciendo el tonto que se hacían en la playa, de esas asignaturas suspensas que gracias a la ayuda de Peter, Rachel aprobará, de esas tardes pintando piedrecitas de mil colores, de Rachel... esas piedrecitas están llenas de recuerdos en los que la chica es la protagonista. Y, con el corazón roto, Peter dentro del coche se dirige a su ciudad a empezar un nuevo curso. Rachel caminando hacia la playa donde se conocieron con una nostalgia inimaginable. Todo le recuerda a él; la arena, las olas, el mar, el ruido de las gaviotas, las piedrecitas... sobre todo las piedrecitas. Y llena de tristeza, empieza a caminar recordando esos días mágicos ya pasados en los que estuvieron juntos. Y hecha de menos esos días, no os imagináis cuando. No quiere llorar, se lo prometió a Peter, pero no puede aguantar más. Se le nubla la vista y rompe en lágrimas, con la esperanza de que algún día vuelvan a encontrarse, y ojalá que él lleve sus piedrecitas y que las siga coleccionando.

                                          Historia escrita y finalizada por: Macarena.

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