lunes, 16 de mayo de 2011

La Comarca Élfica (IV)

Todo en este lugar era literalmente perfecto. Olía super bien, todo brillaba más de lo normal y el cielo tenía un color tan, tan celeste, que parecía que estaba pintado con lápices de cera. Estaba en babia cuando, de repente, divisé a lo lejos a dos muchachas que venían hacia mi (o eso parece) con cara de sorpresa. No estaban a cinco metros muy lejos de mi cuando pude darme cuenta de que eran dos elfas.
Eran altas (mucho más que yo, que mido 1'54 metros. Sí, soy bajita), delgadas, con
el cabello y el cuello muy largo, y unos ojos tan brillantes similares a la reacción que produce un espejo expuesto al sol. Lo más "guay" fueron esas orejas tan puntiagudas llenas de pendientes. Sí, seguro. Vienen hacia mi, pero con cara de pocos amigos. ¿Qué ocurre? ¡Eh! ¡Soltadme!
-¡Tú! ¡Una humana! ¿¡Qué haces aquí, ser maligno!? - me preguntó ferozmente una de las elfas mientras me zarandeaba por los hombros.
-¡Eso! ¡Fuera de nuestra Comarca! ¡Tu raza no es bienvenida! - soltó la otra elfa.
Me quedé perpleja. No salían de mi las palabras. ¿Cómo unos seres tan bonitos pueden ser así de feroces?
-P-pero... yo no quiero hacer daño... - susurré.
Cada elfa me cogió de un brazo. Estaban dispuestas a llevarme a no sé donde, y arrastrándome, cuando de la nada se escuchó una voz.
-¡Soltad a la humana, elfas! - gritó esa voz. Era muy bonita, parece de una chica joven.
Al oír esto, las elfas me soltaron y se dieron la vuelta. Una elfa muchísimo más guapa que las otras dos subida en una especie de caballo... ¿o es un pájaro? ¡Ah! ¡Es un hipogrifo! ¡Qué bonito!
-¡Princesa Arya! ¡Mil perdones! ¡Ibamos a llevarla ante el rey Solvit! - exclamó una de las elfas feroces.
-No importa, pero no hace falta que la llevéis ante mi padre, ya lo haré yo. Ahora, marchaos, por favor. - dijo elegantemente esta elfa tan guapa.
Las otras dos me soltaron y salieron corriendo hacia no sé qué sitio.
-Disculpa. ¿Acabas de llegar?
-S-sí... - dije.
-Lo siento... no esque haya sido una bienvenida muy agradable, ¿no? - me preguntó la princesa.
-¡Qué va...! Bueno... no mucho, pero gracias por "salvarme".
-No lo agradezcas. Soy la princesa Arya, primogénita del monarca Solvit y de su mujer, la reina Yadhira. Osea, mis padres. Vamos, sube. Vayamos al castillo, quiero que los conozcas.
Y sin más, asentí, y me subí al lomo del hipogrifo y con todas las confianzas, me aferré a la cintura de Arya. Se ve que es una chica joven muy simpática, no le tengo miedo, y creo que le caigo bien. Puede tener... ¿19 años? Seguramente. Tiene el pelo rubio ceniza, muy largo, hasta la cintura o más, recogido en una bonita trenza. Siendo una princesa, tiene una ropa normalita, humilde. Aunque muy mona, un precioso vestido rojo y un collar de perlas del mismo color, y cómo no, unas espectaculares orejas puntiagudas llenas de argollas y pendientes exóticos. Y así, montadas en un hipogrifo grisáceo, nos dirigimos hacia un castillo que parece medieval, que se ve a los lejos.

Historia escrita por: Macarena y Rosa.

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