martes, 17 de mayo de 2011

Coleccionista de piedrecitas (V)

Ya que Peter y Rachel ya estaban oficialmente juntos, ahora se veían todos, todos los días. En la orilla de la playa, coleccionando piedrecitas para luego pintarlas de colorines, usarlas de pisapapeles... aunque bueno, también lo hacían por diversión. Empezaron a salir el 16 de julio, así que ya llevan juntos más de un mes y, ninguno de los dos quiere dejarlo. Al menos por ahora. Pero ya estamos en la segunda quincena de agosto, y en un mes cada uno estará en sus respectivas casas, en sus respectivos colegios y en sus respectivas ciudades. Rachel en Portland, y Peter en San Diego. Y ya sabemos que los "amores veraniegos" nunca funcionan porque, cuando se acaba agosto, ¿qué harán? ¿se darán el correo electrónico? osea, que mantendrán su relación a través de Internet... yo no creo que sea una buena idea. Además, el familiar enfermo de Peter (que era la razón por la que estaba en Boston), con un intensivo tratamiento, logró curarse, así que no creo que a Peter le quede mucho tiempo en esta bonita playa. En cambio, Rachel viene aquí todos los veranos (desde los 3 años) y vuelve a su casa el 10 de septiembre. Estamos a 20 de agosto, y las cosas no van muy bien.
-Rachel, tengo que decirte una cosa...
-Dime, ¿qué pasa? - preguntó ella.
-Mi tío Ed, la razón por la que estoy aquí, ya se ha curado. Mi padre quiere que volvamos a mi ciudad lo antes posible, y será dentro de pocos días... - le dijo, con la mirada hacia abajo y los ojos llorosos.
-Pero... eh... bueno... uhmm... - susurró Rachel, a la que no le salían palabras.
-Me acabo de enterar esta mañana y te lo quería decir lo antes posible, para aprovechar los días que nos quedan juntos...
-¿Y qué voy a hacer sin ti? - cuestiona la chica, rompiendo a llorar.
-¿Y yo? ¿Y yo qué? ¿Crees que yo quiero irme ya? ¡Pero los dos sabíamos que esto iba a llegar más tarde o más temprano...!
-Claro que no, ¿qué nos queda? ¿el olvido?
-No sé. No lo sé, de verdad, nunca había estado así con nadie. Lo que menos me apetece es olvidarme de todas las mañanas recogiendo piedrecitas contigo, bañándonos en el mar, ver juntos los atardeceres, tus abrazos, tus besos... lo que menos me apetece es olvidarme de ti, Rachel.
La chica, emocionada y a la vez muy triste, le abraza. Lo quiere, ella lo sabe muy bien. Y él a ella, muchísimo. Pero ambos saben que esto no tenía futuro alguno. Se dieron el último beso, largo, bonito y sincero. Se abrazaron (e hicieron cosas mucho más empalagosas y rosas que mejor que no las cuente) y cada uno se fue a su chalet veraniego en esa mágica playa de Boston, cerca del puerto de Nueva York, donde un día dando un largo paseo los dos alcanzaron su costa. Sin dudas, este ha sido para cada uno el mejor verano de sus vidas.

lunes, 16 de mayo de 2011

La Comarca Élfica (IV)

Todo en este lugar era literalmente perfecto. Olía super bien, todo brillaba más de lo normal y el cielo tenía un color tan, tan celeste, que parecía que estaba pintado con lápices de cera. Estaba en babia cuando, de repente, divisé a lo lejos a dos muchachas que venían hacia mi (o eso parece) con cara de sorpresa. No estaban a cinco metros muy lejos de mi cuando pude darme cuenta de que eran dos elfas.
Eran altas (mucho más que yo, que mido 1'54 metros. Sí, soy bajita), delgadas, con
el cabello y el cuello muy largo, y unos ojos tan brillantes similares a la reacción que produce un espejo expuesto al sol. Lo más "guay" fueron esas orejas tan puntiagudas llenas de pendientes. Sí, seguro. Vienen hacia mi, pero con cara de pocos amigos. ¿Qué ocurre? ¡Eh! ¡Soltadme!
-¡Tú! ¡Una humana! ¿¡Qué haces aquí, ser maligno!? - me preguntó ferozmente una de las elfas mientras me zarandeaba por los hombros.
-¡Eso! ¡Fuera de nuestra Comarca! ¡Tu raza no es bienvenida! - soltó la otra elfa.
Me quedé perpleja. No salían de mi las palabras. ¿Cómo unos seres tan bonitos pueden ser así de feroces?
-P-pero... yo no quiero hacer daño... - susurré.
Cada elfa me cogió de un brazo. Estaban dispuestas a llevarme a no sé donde, y arrastrándome, cuando de la nada se escuchó una voz.
-¡Soltad a la humana, elfas! - gritó esa voz. Era muy bonita, parece de una chica joven.
Al oír esto, las elfas me soltaron y se dieron la vuelta. Una elfa muchísimo más guapa que las otras dos subida en una especie de caballo... ¿o es un pájaro? ¡Ah! ¡Es un hipogrifo! ¡Qué bonito!
-¡Princesa Arya! ¡Mil perdones! ¡Ibamos a llevarla ante el rey Solvit! - exclamó una de las elfas feroces.
-No importa, pero no hace falta que la llevéis ante mi padre, ya lo haré yo. Ahora, marchaos, por favor. - dijo elegantemente esta elfa tan guapa.
Las otras dos me soltaron y salieron corriendo hacia no sé qué sitio.
-Disculpa. ¿Acabas de llegar?
-S-sí... - dije.
-Lo siento... no esque haya sido una bienvenida muy agradable, ¿no? - me preguntó la princesa.
-¡Qué va...! Bueno... no mucho, pero gracias por "salvarme".
-No lo agradezcas. Soy la princesa Arya, primogénita del monarca Solvit y de su mujer, la reina Yadhira. Osea, mis padres. Vamos, sube. Vayamos al castillo, quiero que los conozcas.
Y sin más, asentí, y me subí al lomo del hipogrifo y con todas las confianzas, me aferré a la cintura de Arya. Se ve que es una chica joven muy simpática, no le tengo miedo, y creo que le caigo bien. Puede tener... ¿19 años? Seguramente. Tiene el pelo rubio ceniza, muy largo, hasta la cintura o más, recogido en una bonita trenza. Siendo una princesa, tiene una ropa normalita, humilde. Aunque muy mona, un precioso vestido rojo y un collar de perlas del mismo color, y cómo no, unas espectaculares orejas puntiagudas llenas de argollas y pendientes exóticos. Y así, montadas en un hipogrifo grisáceo, nos dirigimos hacia un castillo que parece medieval, que se ve a los lejos.

Historia escrita por: Macarena y Rosa.

domingo, 15 de mayo de 2011

La Comarca Élfica (III)

Y a los pocos segundos después de pronunciar las palabras para invocarlo, Fénix irrumpió en la oscuridad nocturna. Era una criatura realmente maravillosa. Podía medir unos diez metros y todo su plumaje era de fuego. No era parlante, pero me hizo un gesto para que subiese a su lomo, que aunque ardía, a mi no me hizo ningún daño. Era mullidito, y sin que nadie se percatara de nuestra presencia, comenzamos a volar, cada vez más alto. Sobrepasamos Mónaco, Francia, Italia... y comenzamos a ascender. Las casas, los coches, y todo lo que yo veía se iba haciendo cada vez más pequeño. Arriba, más arriba, ahora solo se ve el mar, y aunque no haga frío, tiemblo, pero creo que es de la emoción. Seguimos volando cada vez más alto y lo que menos me apetece en este momento es mirar hacia abajo. Alcanzamos un punto en el que ya no siento nada, solo veo un resplandor de luz que me ciega. Cierro los ojos. Escucho a Fénix lanzar un grito de alegría y, sin dudar, los abro. El resplandor cada vez se acerca más a nosotros y de repente, lo atravesamos. Vuelvo a cerrar los ojos (tengo un poco de miedo) y noto cómo hace algo de calor, y también cómo Féniz aterriza. Abro los ojos y... se me vuelven como platos. Estamos en un sitio maravilloso, espléndido, es una especie de túnel hecho con ramas de árboles, hay muchas mariposas (y demás) volando por arriba de mi cabeza y, un ligero aroma a flores. Fénix me baja de su lomo y me hace una especie de reverencia, y así, de repente, una llamarada de fuego lo abrasa y se convierte en cenizas. Como comprenderéis, estoy algo confusa, y me pellizco por si todo esto ha sido un sueño por haber leído ese libro y haberme quedado dormida sobre mi cama. ¡Au! ¡Duele! ... ... Un momento, ¿sigo aquí? ¿esto es... real? Me parece que sí... entonces, creo que ya sé donde estoy... el lugar armonioso del que me hablaba el libro... la supuesta Comarca Élfica.



Historia escrita por: Macarena y Rosa.